domingo, 10 de noviembre de 2013

DESARROLLAMOS LA HABILIDAD DE TOLERAR LA FRUSTRACIÓN.


 
LA FRUSTRACION
Se entiende por frustración el estado de decepción creado emocionalmente cuando alguien espera realizar un deseo y se ve impedido de hacerlo.

Algunas personas no son capaces de tolerar la más mínima molestia, contratiempo o demora en la satisfacción de sus deseos y no soportan ningún sentimiento o circunstancia desagradable. Es decir, no toleran el hecho de sentirse frustrados.


En los niños más pequeños, este es un comportamiento normal ya que los deseos de los bebés están relacionados con sus necesidades fisiológicas básicas, como alimentarse, dormir, etc. A esta edad es importante que los deseos de los niños se satisfagan de forma inmediata, porque esto les proporciona una sensación de seguridad y estabilidad muy importante para su desarrollo emocional.

A medida que crecen los niños, sus demandas aumentan de forma progresiva pero no saben distinguir necesidades básicas de lo que son claramente deseos. Son los padres, o los cuidadores más cercanos, los que deben ayudarles a diferenciar unas de otros poniendo límites a sus constantes peticiones, facilitando así la experiencia de darse cuenta de que no siempre pueden tener sus deseos satisfechos inmediatamente. De esta forma irán aprendiendo a tolerar y aceptar cierta molestia o demora en la realización de los mismos como algo inevitable, es decir, los niños, aprenderán, en mayor o menor medida, a tolerar la frustración dándose cuenta de que hay ciertas limitaciones, tanto en ellos como en el ambiente que les rodea.


Pero, por supuesto, no siempre sucede así. Otros niños siguen actuando como si todos sus deseos fuesen necesidades orgánicas tan poderosas y urgentes como comer, respirar o saciar la sed. No aceptan que sus deseos no sean satisfechos de inmediato, no quieren esperar ni saben sustituir un deseo no realizable por otro realizable, como conformarse con un juguete diferente cuando el que desean no está disponible. Cuando no consiguen lo que quieren son capaces de armar un verdadero escándalo: patalean, lloran, se tiran al suelo, como un modo de exigir que sus deseos se satisfagan rápidamente.
 


No soportan que las cosas no salgan como ellos  quieren, cometer un error es algo terrible, fracasar inadmisible, que llueva durante su día de playa es una injusticia que no debería suceder nunca, ser rechazado, no conseguir el trabajo deseado, no lograr un ascenso, que los demás no se comporten del modo apropiado... Todas esas cosas que a las personas con adecuada tolerancia a la frustración les resultan simplemente molestas, inconvenientes o desagradables, ellos las perciben como verdaderas catástrofes.

La baja tolerancia a la frustración implica una sensibilidad excesiva hacia todo lo desagradable, que funciona como una lente de aumento, magnificando el lado malo de cada situación. Lo feo es espantoso, lo malo es horrible, lo molesto es insoportable. De este modo la vida de estas personas está llena de tragedias y acontecimientos estresantes. Con frecuencia se sienten de mal humor, agitados, ansiosos, tristes, resentidos, humillados o enfadados con el mundo que debería estar ahí para satisfacer todos sus deseos. Se sienten víctimas, se quejan continuamente, culpan a los demás y al mundo.

 

La frustración, pues, es el sentimiento que surge cuando no logramos nuestros deseos y, de acuerdo a la intensidad de la frustración y a nuestras propias características personales, reaccionamos con molestia, ansiedad, depresión, angustia, enojo, etc. Sin embargo, la base del problema no está en el dolor y la frustración que vivimos, sino en nuestra actitud ante ellos: actuamos como si el malestar y el sufrimiento pudieran acabar con nosotros. Por tanto, tolerar la frustración significa poder enfrentar los problemas y limitaciones que tenemos a lo largo de la vida, a pesar de las molestias o incomodidades que nos puedan causar.

EN QUÉ DESEMBOCA LA FRUSTRACIÓN.


Pueden aparecer todas estas reacciones: agresividad, regresión a comportamientos infantiles, tristeza y depresión, introversión, rabietas, berrinches, mentiras, ansiedad, rabia, estrés, angustia, ira, alcohol, drogas..


Es importante tener en cuenta que el impacto de la frustración en el sujeto está determinado por su personalidad, así como por numerosas variables. Hemos visto que la baja tolerancia a la frustración implica una sensibilidad excesiva hacia todo lo desagradable, que funciona como una lente de aumento, magnificando el lado malo de cada situación. Evidentemente, esta sensibilidad tiene mucho que ver con la educación recibida, y con los modelos adultos observados en la infancia.
Por ello es de suma importancia el ejemplo: el niño aprende de lo que ve, no de lo que oye. Aprende no cuando le enseñamos con sermones pedagógicos, sino cuando actuamos espontáneamente. Entonces estamos siendo para él modelos que reproducirá en el futuro. En este sentido la tendencia a dramatizar es muy negativa. Hay personas que impregnan de emocionalidad todo suceso, que magnifican y dramatizan, haciendo que todo parezca de la mayor importancia. Lo feo es espantoso, lo malo es horrible, lo molesto es insoportable. Es muy importante cuidar los adjetivos que se emplean delante de los niños. Como norma general, irá todo mejor si hacemos un esfuerzo por minimizar los adjetivos: cada acontecimiento nos afectará según el adjetivo que le pongamos delante.
LA AUTORIDAD COMO FUENTE DE FRUSTRACIÓN PARA EL NIÑO.
El niño necesita de autoridad tanto como de amor. Cualquiera de las dos cosas que le neguemos repercutirá negativamente en su personalidad.
Lo que ocurre es que, en los últimos treinta años, la palabra autoridad se ha contaminado de connotaciones negativas, por evidentes abusos en el pasado. Ha nacido el mito de los traumas: “cualquier cosa que se le niegue al niño está produciendo daño en su psicología, está provocando traumas irremediables”
Con este invento del mito, se ha pasado de la extrema severidad (niño reprimido) a la extrema permisividad (niño histérico). Y los resultados adultos conseguidos por el niño histérico de ahora son bastante peores que los conseguidos por el niño reprimido de antaño. Los mismos que, en los años 70, promovieron la permisividad como norma están reconociendo últimamente su error, viendo los resultados lamentables de dicha política.

 
Está claro, y hemos de tenerlo muy presente, que el niño no es naturalmente responsable, ni altruista, ni controlado, ni libre, ni constante, ni objetivo. Todo lo contrario. Hay que enseñarle a utilizar los propios controles. Acomodarse a la frustración, saber aceptarla y hacerle frente, es también de suma importancia de cara a posibles adicciones. Se ha demostrado que una característica primaria en los drogodependientes es precisamente la poca resistencia a la frustración. Algo parecido podría decirse de los alcohólicos.
CONSECUENCIAS DE LA FALTA DE TOLERANCIA A LA FRUSTRACIÓN: EL NIÑO HISTÉRICO.
El resultado final de una infancia sin ningún tipo de frustración, con todos los caprichos colmados y sin ejercicio de la autoridad paterna es el niño histérico.
 
¿Qué características tiene un niño histérico?
Infantilismo: Se produce una regresión a etapas anteriores, escoge normalmente el camino fácil y renuncia a tomar responsabilidades. Sólo piensa en sí mismo y no tiene visión de conjunto de las situaciones por lo que sus reacciones suelen ser inadecuadas. Aparece sobreestimación del yo, pensando que todo se lo merece sin esfuerzo. Se aprecian rasgos parasitarios de aprovechamiento de los demás.
Egocentrismo: A pesar de concedérsele todos los caprichos se siente internamente deficitario de cariño. Por ello utiliza estratagemas para manipular el cariño de los demás. No da nada y exige todo. Utiliza y “esclaviza” a los demás sin ningún apuro. Necesita ser el centro de atención y necesita constantemente la aprobación de los demás. Muy susceptible ante las críticas.
Falta de control: La emoción actúa sobre la razón, con lo que sus respuestas son desproporcionadas y poco calibradas por la inteligencia. Reactividad exagerada. Como nunca han afrontado la frustración tiene muy poco autocontrol lo que le va a complicar la vida en el futuro
 
Inestabilidad emocional: Busca la gratificación inmediata, no está preparado para posponer la gratificación. Si no consigue lo que quiere explota emocionalmente y dramatiza. Reacciones desproporcionadas. Se derrumba emocionalmente con mucha facilidad porque no ha adquirido la habilidad para adaptarse a la tensión. El problema es que no sabe controlar sus emociones.
El comportamiento infantil histérico puede desembocar a medio plazo en el llamado “síndrome de personalidad histriónica”, es decir, expresión emocional y búsqueda de atención excesiva, incluyendo la desmedida necesidad de aprobación y una actitud de seducción inadecuada que generalmente comienza en los primeros años de la vida adulta.
 
TOLERAR LAS FRUSTRACIONES ES UNA HABILIDAD QUE SE DESARROLLA.

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